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Entrevista a Jorge Humberto Chávez, un autor de la frontera

Nadie más como Jorge Humberto Chávez para dotar de nuevos tonos a la poesía mexicana. El chihuahuense no le teme a las palabras. En su obra resuenan desde los discursos místicos y eróticos hasta la música popular sin distinción alguna. Sobre los condicionamientos de las llamadas alta o baja cultura, Chávez impone aquello que Borges llamaba el verdadero arte literario y cuyo máximo esplendor es la libertad en el lenguaje.

Nacido en 1959 en la ya mítica y sangrante Ciudad Juárez, Jorge Humberto ha cultivado una labor tanto fuera como dentro de la página en blanco. Fuera, ha sido un exitoso catedrático y promotor cultural, fundador del Encuentro Nacional de Escritores de Tierra Adentro, del Festival Internacional Chihuahua y del Encuentro Internacional de Escritores Literatura en el Bravo. Dentro la página en blanco, es uno de los poetas vivos más importantes del país. Por más de tres década ha labrado un universo poético, tan vibrante como sólido, que en 2013 le valió el Premio Bellas Artes de Poesía Aguascalientes, el galardón más importante de México, con el libro Te diría que fuéramos al Río Bravo a llorar pero debes saber que ya no hay río ni llanto.

Pocos con el conocimiento y la obra de Chávez para entablar un diálogo sobre la poesía dentro y fuera del país. Desde San Luis Potosí, su actual residencia, Jorge Humberto nos regala su perspectiva sobre las voces en México, la literatura en español en Estados Unidos y la incorporación de su propia obra a los circuitos en inglés.

Xalbador García: Empezando por México, ¿tú ves grupos, corrientes, tonos predominantes o más bien existen individualidades con exploraciones particulares?

Jorge Humberto Chávez: La pregunta radical sería si hay una literatura mexicana, y yo creo que todavía sí. Por supuesto que hay grupos muy identificados en la poesía mexicana (desde sus posiciones estéticas y políticas hasta sus estrategias editoriales), como Letras Libres, El Círculo de Poesía, la Organización de Editores Independientes, Los hijos de Miguel Donoso Pareja y otros, pero también juegan importantes roles ciertas poéticas. Un ejemplo de esto lo constituyen las discusiones entre las poéticas de las regiones y la del centro, conocida como chilanga (la primera más cercana a la raíz y la segunda más afín al follaje, siguiendo la metáfora de Chumacero). Y entre las regiones, se percibe bien la distancia entre los tonos de las escrituras de la región sur y la frontera norte. Hay también grandes notas individuales que robustecen el espectro de la poesía mexicana: Novo, Deniz, Sampedro, Castillo y otros autores más jóvenes que no debemos perder de vista y que no quiero mencionar por ahora.

XG: En ese sentido, ¿consideras que en México existe una “literatura del norte” más allá de etiquetas académicas o de publicidad?, ¿o más bien existen muchos “nortes”? ¿Tú te inscribes dentro de una corriente o matiz particular bajo esas siglas del norte?, y si no es así, ¿cuál es la tradición en la que te inscribes?

JHC: Sí distingo una literatura del norte, como distingo una literatura de la frontera. La primera está más ligada a la narrativa y sus temas son más cercanos a la violencia urbana y a la violencia folclórica del narcotráfico, y la segunda tiene un gran aliado en la poesía pero en sus narrativas existe ese constante diálogo entre las realidades diversas de uno y otro país. También veo que es una etiqueta editorial y una categorización de estudio que es una herramienta teórica.

Yo me considero un autor de la frontera, más que un poeta chihuahuense o mexicano. Mi imaginario está allá. Cuando escribo mi voz viene de allá y casi puedo ver como desde un avión la línea fronteriza desde Tijuana hasta Matamoros. Claro que también me siento parte de una línea sucesoria de los poetas mexicanos que me gustan desde siempre: Acuña, Díaz Mirón, López Velarde, Novo, Villaurrutia, Paz, Alí Chumacero, Bonifaz, Becerra.

XG: Ya que estamos llegando a la frontera y como originario de Ciudad Juárez, has estado en contacto con los nexos culturales que se dan entre México y Estados Unidos, podrías brindarnos una perspectiva de tu experiencia: ¿Cuál ha sido el intercambio literario más rico a tu entender?

JHC: Creo que la palabra “intercambio” no permite abordar el asunto. El fenómeno más notable es el éxodo de inteligencias literarias de México a Estados Unidos y la constante penetración de la poesía mexicana en los lectores y la academia americana. No ocurre lo mismo en sentido contrario. El factor sociopolítico de la invasión migrante de mexicanos y latinos a EEUU ha obligado a las universidades a abrir programas para las letras en español prácticamente en todas las modalidades, desde rescates del español nativo de Nuevo México hasta doctorados, pasando por congresos y posgrados en literaturas creativas.

XG: ¿Hay lectores en español en Estados Unidos?

JHC: En Estados Unidos hay hablantes originarios de español (los descendientes de los mexicanos que amanecieron norteamericanos el 2 de febrero de 1848 en Texas, Nuevo México, Arizona y California), hay personas que estudian en español y muchísimas que leen en español.

XG: ¿Crees que la literatura en español tiene espacio en Estados Unidos?

JHC: La literatura en español sí tiene espacio en EEUU. Otra forma de ocupar ese espacio es la gran cantidad de libros de autores hispanoamericanos que se traducen al año para lectores de inglés.

XG: ¿Qué papel juegan las universidades o los poetas que escriben en español en Estados Unidos?

JHC: Los estudiosos (latinos o gringos o asiáticos) de la literatura en español en EEUU están mayormente en las Universidades y aunque los que escriben poesía en español son pocos, tienen su importancia y se expresan incluso en encuentros de autores y congresos como los de Houston, Chicago y Nueva York. Un ejemplo de esta relevancia está también en las revistas literarias en español, como la Revista de Literatura Mexicana de la Universidad de Texas en El Paso.

XG: En cuanto a la literatura en español en otros idiomas, Te diría que fuéramos al Río Bravo a llorar pero debes saber que ya no hay río ni llanto ya cuenta con una traducción al inglés, ¿cuál ha sido su recepción en el público internacional? Podrías compartirnos alguna anécdota o alguna experiencia que destaques.

JHC: El libro se llama I´d ask you to join me by the Río Bravo and weep but you should know neither river nor tears remain y está publicado por Shearsman Books Bristol/Vaso Roto Madrid-México. Se trabajó mucho en la traducción, la hizo Lawrence Schimell, fue un proceso difícil pero bien resuelto. Se dio a conocer en universidades de San Diego y Los Ángeles y apenas está buscando su destino.

XG: En uno de sus planos este poemario abarca la violencia que padece México desde hace varios años. Tu siendo juarense lo has vivido de primera mano, ¿cuál es tu propuesta poética respecto a la violencia en México en tu libro?

JHC: Fue esta: un español directo y preciso, un versículo cercano a la crónica periodística manteniendo un ritmo verbal extenso, una poética ajena a la belleza del lenguaje y a sus elementos ornamentales. Y todo ello cantando la caída de una ciudad y el descenso del nexo empático entre el hombre y su vecino más próximo.

XG: En ese sentido, al ser el poeta un testigo del mundo –el poeta es un “receptáculo del mundo”, lo llamaba Oliverio Girondo– ¿cómo es ser un poeta en estos momentos en México? ¿Es un ser responsable de la realidad, como lo aseguraba León Felipe? ¿Cómo se padecen esos golpes como el del “odio de dios” del que hablaba Vallejo?

JHC: Supongo que habrá peores entornos que el de un escritor en una frontera viendo la violencia desde chico y notando que es cada vez más cruenta y que un día está tras su puerta. Pienso en Apollinaire, en García Lorca, en Hemingway. La violencia del narco y el Estado mexicano depredador no dejan de ser un hecho civil, pero las guerras ocurridas en los últimos 100 años eran de una dimensión difícil de referir. En la vida hay también grandes gozos y alegrías. Las alegrías se viven y se cantan, las amarguras también. Los poemas de Te dirían que fuéramos… son cantares urbanos, poemas, y hacer poesía es parte de mi trabajo.

XG: Respecto a este, tu mundo poético que se enfoca en la cultura nacional desde matices estéticos, ¿qué relación tiene la música (sobre todo la tradicional mexicana) con tu poesía? JHC: El crítico cubano Carlos Olivares Baró publicó en 2013, en La Razón, una nota sobre este libro ganador del Aguascalientes. Algo apuntaba sobre el título y alguna canción del tamaulipeco Cuco Sánchez. Lo sorprendente es que acertó: desde muy chico mi padre me enseñó toda la música mexicana y no cesó de señalármela hasta que se murió en 2006. También el rock está en mi poesía, y eso se lo debo a mi hermano mayor Baltazar.

XG: En otro aspecto de tu obra, está presente el humor y la ironía. Aunque existe una tradición muy fuerte en este sentido, la línea primordial de la poesía mexicana (marcada por Octavio Paz) en el siglo XX parece que rehúye a estas exploraciones. Al humor se le endosa un tono menor, como lo denunciaba Monsiváis en su antología de la poesía mexicana. ¿Para ti cómo funciona el humor en la poesía? ¿Qué le abona a tu obra? Y, ¿cómo la trabajas?

JHC: El único librito mío donde reconozco el predominio del humor y la ironía es en La otra cara del vidrio (Praxis/Dosfilos, 1984). Creo que fue una época muy experimental en mi trabajo, y ya no me veo ahí. En 1987 publiqué en Premiá Nunca será la medianoche y en 1996 Dosfilos me obsequió el Libro de los poemas, en estos días reeditado por la UANL, corregido y con prólogo del Dr. Luis Alberto Arellano. En ambos libros y en Te diría que fuéramos al río Bravo a llorar pero debes saber que ya no hay río ni llanto creo que están el verso y el tono dominante de mi trabajo. Ángel, publicado a finales de 2009, es una pieza rara. Entonces, el humor sólo me funciona cuando leo, y eso está muy bien.

XG: Por último, recomiéndanos cinco poetas u obras, ya sean contemporáneos o clásicos, que tú consideres imprescindibles conocer.

JHC: Alí Chumacero, José Carlos Becerra, T. S. Eliot, Miguel Hernández, Octavio Paz, Salvador Novo, Gonzalo Rojas, Antonio Cisneros, Williams y otros 20.


Poemas Jorge Humberto Chávez del libro: Te diría que fuéramos al Río Bravo a llorar pero debes saber que ya no hay río ni llanto

Siete postales del fin del mundo

  1. La palabra troca sobre una colina es como un

altar con su fondo magenta de nubes que hiere el

sol de tarde

  1. Miedo se llama la avenida que se extiende llena

de luces y sin autos un sábado a las 10 de la noche

en la frontera norte

  1. Esa muchacha en la vera de una glorieta que

detiene a los conductores y les dice llévame a

donde quieras por 200 pesos no tiene nombre ni

apellidos

  1. Patio de tierra con un montón de grandes rocas

redondas en el fondo y una mujer bajo la luna

trenzando el pelo de la niña fantasma

  1. Vecinos de la calle Rayón jugando lotería a la

luz del arbotante cantando los nombres de El

Diablo y La Muerte anunciando los años que

vendrán

  1. Una pareja disputando las sillas y las lámparas

de casa mientras en la acera de enfrente su vecino

agoniza con cuatro tiros en el pecho

  1. Delia admirando su cuerpo desnudo en la luna

del ropero sin advertir que un niño de 6 años está

de visita en el sofá

7.1. Y toma nota de su belleza esplendente para

ponerla ante tus ojos

7.2. 40 años después

Ella está dormida mientras escribo esto

Para Rosy Zamora

Busco un lugar para mi taza de café en la mesa

atiborrada de libros

mientras ella duerme aún en la recámara contigua

toda la noche oí crecer la lluvia

versa en la cabeza oscuro oscuro hundiéndome

me siento en mi silla para escribir convoco a las

palabras

para hacer más ancho el mundo

ella simplemente sueña

y su soñar habita un poderoso páramo

algo más grande que esta pequeña habitación

cercada por el desvelo

y la llovizna

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