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“El prisionero”: pinta tu villa y pintarás el mundo

Esteban Lozano 

PORTMEIRION VILLAGE 1Somos números para nuestro empleador, para el seguro médico, para la tarjeta de crédito, para las estadísticas y para un inacabable etcétera. El Prisionero es la historia de un hombre que se niega a ser «presionado, archivado, estampillado, clasificado, sumariado, interrogado o numerado»; un hombre que grita en una playa vacía –¿metáfora de un poder que hace oídos sordos a nuestros reclamos?–: «¡No soy un número, soy un hombre libre!»

La historia del agente secreto de Su Majestad que renuncia a su cargo y, acto seguido, es secuestrado y llevado a una hermosa Villa de estilo mediterráneo donde las autoridades tratarán de sonsacarle el motivo de dicha renuncia, le valió a El Prisionero (The Prisoner, 1967-68; 17 episodios de 60’), con los años, su merecido status de serie de culto, ganándole admiradores tan ilustres como Isaac Asimov,  Thomas M. Disch, Roland Topor y el creador de Los Simpson, Matt Groening.

El actor Patrick McGoohan, nacido en Nueva York, criado en Irlanda y principal figura de la televisión y el cine británicos de la década de 1960, fue su creador, productor, protagonista y, en varios episodios, guionista y director.PORTMEIRION VILLAGE 3

Vacaciones kafkianas

Hay en toda la situación vivida por el Prisionero un fuerte acento kafkiano: la pesadilla comienza cuando el personaje principal despierta en la Villa tras ser secuestrado en su casa de Londres, sólo que este Joseph K. (personaje central de El proceso de Franz Kafka) se encuentra aquí “de vacaciones” en un exclusivo “resort” que bien podría estar administrado por la misma Corporación que regentea el 1984 de George Orwell. En ese mundo se inscribe El Prisionero, una de las más originales y audaces producciones televisivas jamás realizadas, mezcla de espionaje, ciencia-ficción y comedia negra en un escenario alucinante, por momentos surrealista, por momentos siniestro, por momentos carnavalesco, pero que siempre nos habla de nuestro aquí y ahora. El mismo McGoohan ha expresado: “La Villa es nuestro pequeño mundo, el Gran Hermano está aquí».

Durante su estancia en la Villa (así es llamada en la serie la prisión en que la trama se desarrolla y en la cual no existen nombres propios sino números), el Prisionero, o Número 6, dedicará todo su ingenio y voluntad a: 1) evitar que el Número 2 le arranque el secreto de por qué renunció a su cargo, 2) huir, 3) descubrir quién es el Número 1 (la única cara visible de la autoridad en la Villa es el Número 2). Esta santísima trinidad de propósitos permite a Patrick McGoohan ahondar en temas no demasiado transitados o divulgados por la televisión de entonces, como por ejemplo la identidad personal, la libertad, la democracia, la educación, el progreso científico, el arte y la tecnología.

A partir del segundo episodio, el espectador entra en tema mediante un resumen visual del primero, titulado “Arrival” (“La llegada”), acompañado de un diálogo en off, ahora famoso, devenido sello distintivo del programa. Por ello, vale la pena transcribirlo aquí, ya que sintetiza la peculiar y compleja estructura de la serie y su espíritu: el hombre indoblegable que defiende su individualidad a ultranza en un microcosmos donde la autoridad permanentemente intenta quebrarle la voluntad para convertirlo, como a sus “colegas” de prisión, en un número:

Prisionero: ¿Dónde estoy?

Número 2: En la Villa.

P: ¿Qué desean?

Nº 2: Información.

P: ¿De qué lado está usted?

Nº 2: No puedo decírselo. Queremos información… información… información…

P: ¡No la conseguirán!

Nº 2: De un modo u otro lo haremos.

P: ¿Quién es usted?

Nº 2: El nuevo Número 2.

P: ¿Quién es el Número 1?

Nº 2: Usted es el Número 6.

P: ¡No soy un número, soy un hombre libre!

(Carcajadas del Número 2).

 

Aquí se impone una aclaración: en cada episodio aparece un actor diferente encarnando al Número 2, personaje aparentemente removido de su cargo al fallar en el intento de descubrir el motivo de la renuncia del Prisionero; la investidura de Número 2 es heredada por otro hombre o mujer: de ahí lo del nuevo Número 2 en el citado diálogo.

Un profesor de psiquiatría de la Universidad de Columbia afirmó, en una conferencia sobre El prisionero, que el Número 6 “está aprisionado en su propia mente, con lo cual McGoohan nos está diciendo, básicamente, que no existe la libertad, porque uno siempre es prisionero de su propio estado psicológico.” Esta es sólo una entre muchísimas otras lecturas. Incluso existe un club de fans, Six of One[1], que organiza debates sobre el sentido de cada episodio y que realiza anualmente la llamada PortmeiriCon, una convención que tiene lugar en Portmeirion Village, donde se filmaran los exteriores de la serie: una hermosa villa construida en el norte de Gales por el arquitecto Sir Clough Williams-Ellis. Los miembros de Six of One reviven, durante tres días, el clima imperante en la Villa de la ficción televisiva, representando escenas clásicas de la serie (el desfile y los discursos de la campaña electoral de “Libertad para todos”, el juego de ajedrez humano de “Jaque mate”, la contienda boxística de “La chica que era la Muerte”, etc.) y exhibiendo episodios en los que participaron las figuras invitadas a la convención.

Pinta tu aldea…

La cualidad exótica y el variado estilo arquitectónico de la Villa contrastan con los decorados futuristas que, en la ficción, sus edificios principales encierran, como por ejemplo —y entre los más vistos a lo largo de la serie— la gran oficina circular en el edificio de la cúpula verde, morada del Nº 2 de turno, o la también circular Sala de Control, centro operativo de la Villa, receptor de las imágenes emitidas por las cámaras de vigilancia que plagan el lugar, y desde donde es lanzado el misterioso Rover, un gran balón rodante de color blanco y apariencia de organismo vivo que, como un moderno Kraken, emerge de las aguas y está programado para capturar o matar a potenciales fugitivos.

El prisionero suma misterio sobre misterio como si se tratase de las capas de una enigmática cebolla, no sólo en el concepto integral de la serie y en el significado de cada episodio en particular, sino en la estética y en los mínimos detalles, creando un mundo con reglas y características propias: los únicos vehículos motorizados son Mini Mokes que cumplen la función de taxis (“Son muy lentos —dice el Número 6 en un episodio— ¿Qué hacen ustedes en una emergencia?” “Caminamos”); la moneda corriente está representada por las unidades de crédito (porque en la Villa hay varios comercios, claro, como en cualquier sociedad civilizada y organizada: relojería, tienda de comestibles, cafetería, etc.); se edita un diario local —oficialista, por supuesto—: THE TALLY HO (voz que se utiliza en la cacería del zorro cuando la presa es avistada); la ubicua imagen del velocípedo —símbolo del progreso—, en los taxis, en los distintivos que usan los pobladores de la Villa, en las latas de conserva, etc.; hombres y mujeres (¿captores?, ¿prisioneros?, ¿agentes dobles?, nunca se sabe) visten prendas llamativas y multicolores y se saludan con una frase acuñada en la Villa: «Be seeing you» (traducida en el doblaje como «Nos vemos»); el ambiente en la Villa es siempre festivo: una banda toca alegres marchas en la plaza o desfilando, e incluso durante los funerales, y una voz femenina y melosa anuncia por los altoparlantes el pronóstico meteorológico o el sabor del helado que acaba de ser puesto en venta…

Quiero detenerme en un detalle: la fuente de la letra utilizada en El prisionero es omnipresente. Se trata de un Albertus modificado (su diseñador, Berthold Wolpe, lo bautizó con el nombre del filósofo y teólogo alemán del siglo XIII Albertus Magnus). Siempre vemos el mismo tipo de letra en la Villa, invariablemente: en los anuncios públicos (Café, Hogar de ancianos, Taxi, Bolsa de Trabajo, Pise el césped, etc.), en los informes oficiales, en el citado periódico, en los comestibles, en el mapa de la Villa, e incluso… en los títulos de la serie. Esta integral uniformidad visual de cuanto se lee en pantalla contribuye a acentuar uno de los temas centrales de la serie: la despersonalización, la masificación, el quiebre de la individualidad.

El manco de Portmeirion

En el episodio “El martillo golpeando el yunque”, escrito por Roger Woddis, el Prisionero se propone invertir los roles y quebrar la voluntad del Número 2 de turno, un hombre proclive a la paranoia. Sabiendo que el Número 2 ha redoblado la vigilancia sobre su persona, el Prisionero decide sembrar una serie de pistas falsas para que el Número 2 crea que está tramando un complot contra él. Se dirige entonces al puesto de recepción de avisos a ser publicados en THE TALLY HO y entrega a la chica que lo atiende un papel con una frase manuscrita en castellano. La chica intenta pronunciarla pero no lo consigue. Se produce entonces el siguiente diálogo:

Número 6: «Hay más mal en el aldea que se suena» [2]

Chica (cobrándole el aviso): Nueve palabras. Son tres unidades señor, por favor.

Nº 6: Bien.

Chica: Español, ¿verdad?

Nº 6: Sí. Cervantes: Don Quijote.

Chica: Oh sí.

Nº 6: Es una especie de chiste personal entre cierto amigo y yo.

Chica: Ya veo. La palabra “aldea”… ¿no significa “villa”?

Nº 6 (con satisfacción): Sí.

 

Mundos paralelos

En 1967, dos creaciones artísticas originales e irrepetibles, llamadas a convertirse en obras de culto, se filmaban simultáneamente bajo el mismo techo: el de los estudios situados en Boreham Wood, al norte de Londres. Una,

cinematográfica: 2001: Odisea del espacio, de Stanley Kubrick; la otra, televisiva: El prisionero.

En un pasaje del libro Moonwatcher’s Memoir – A Diary of 2001: A Space Odyssey (2002, Carroll & Graf Publishers, New York), Dan Richter, su autor y quien interpretara al principal primate en el memorable segmento de apertura del filme de Kubrick, comenta: «Saludé a mi vecino, Patrick McGoohan, cuya oficina está próxima a la mía. Él protagoniza un popular programa televisivo llamado El Prisionero, encarnando a un personaje que no logra escapar de una prisión surrealista. El programa parece estar inspirado en el cuento de Kafka En la colonia penal» (p. 65).

La huída

Cuando en Gran Bretaña fue emitido el último episodio de la serie, a comienzos de 1968, el escándalo que sobrevino fue de tal magnitud que Patrick McGoohan debió abandonar el país repentinamente, huyendo a Suiza con su familia, a la espera de que el polvo se asentara. Las airadas protestas del público, que esperaba descubrir en el episodio final a un

Número 1 hecho a la medida de los villanos de las películas de James Bond, hicieron temer a McGoohan poco menos que un linchamiento en la plaza pública. Pero él no iba a darle al público lo que el público quería, porque, de hacerlo, se hubiese traicionado a sí mismo. Tras su huída a Suiza, McGoohan se radicó en los Estados Unidos, donde falleció el 13 de enero del 2009, a los 80 años.

A juzgar por el apasionamiento que su creación televisiva aún hoy genera, pareciera que el polvo no termina de asentarse…

 


[1] Sitio web de Six of One (Reino Unido): http://www.sixofone.org.uk/; sitio web de Nummer 6 (Six of One de Alemania): www.nummer6-theprisoner.de; sitio web de Six of One de Estados Unidos: http://www.netreach.net/~sixofone/

Sitio web de Portmeirion Village: http://www.portmeirion-village.com/

[2] En Don Quijote, Primera parte, capítulo 46, se lee el siguiente diálogo entre Sancho y Don Quijote:

Sancho: ¡Ay, señor, señor, y cómo hay más mal en el aldegüela que se suena, con perdón sea dicho de las tocadas honradas!

Don Quijote: ¿Qué mal puede haber en ninguna aldea, ni en todas las ciudades del mundo, que pueda sonarse en menoscabo mío, villano?

«Hay más mal en el aldegüela que se suena» es refrán, y alude a que «la cosa es peor o más difícil de lo que parece».

 

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