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El nacimiento de una biografía

Hoy más que nunca se impone en nuestra cultura la tendencia a expresar por medio de una imagen fotográfica, de una ilustración, de un selfie; de un video, un meme o un flash descriptivo de un hecho sucedido, como manera de comunicar una vivencia que nos importa rescatar del presente continuo y fugaz que estamos presenciando ya como actores o como testigos.

Para bien o para mal, hasta tal punto vale más el registro de un acontecimiento en sí que su propia realidad. Estamos vivenciando la realidad como percepción de ella y no como lo es en su esencia. Al parecer, este fenómeno de conciencia colectiva se afinca en lo que ha devenido a llamarse el fenómeno de la Postverdad ¡Todo puede ser verdad y mentira a la misma vez! Así se consolida burdamente una manipulación de la Historia a conveniencia de quienes impulsan tal concepción e interpretación del discurrir cotidiano.

Sin embargo—y dentro de los diversos géneros y subgéneros literarios— que apuestan a transcribir la esencia de lo que nos acontece en cuanto seres humanos, ha venido tomando fuerza la presentación de libros de género biográfico como un retrato válido para presentar de modo totalizante y unificador la vida y obra de un autor o artista seleccionado. Valga como ejemplo el reconocimiento a la obra biográfica: El viaje a la semilla (traducida a unos cuantos idiomas y merecedora de varias preseas),  sobre la vida de Gabriel García Márquez, escrita por Dasso Saldívar, después de una investigación y seguimiento de veinte largos años.

En cuanto a mí, hace tres años me decidí por desarrollar el proyecto de un libro biográfico, sobre el pintor más reseñado en el sur de la Florida en estas últimas décadas: Chenco Gómez Ruiz, artista-pintor nacido en Cartagena, Colombia, y residente en USA dese 1973. Dicho proyecto llega ahora a feliz término. Luego de barajar entre unos cuantos títulos, como suele suceder al querer bautizar toda nueva criatura literaria, el libro terminó llamándose: Chenco, el pintor.

Pero no fue decisión fácil abocarme a desarrollar un trabajo de este género. Además, descartaba un texto de tipo «crónica periodística» o de un Coffee Table Books de esos que no se leen sino que se hojean, degustando solo las fotografías en un dos por tres. No. Debería lograrse algo con sustancia y deleite tanto para la mirada como para la emoción y el intelecto. Algo así como apostar a la comprensión plena de un producto pictórico a partir de la simbiosis autor-obra. Y por fortuna, quizás se haya logrado un acercamiento al objetivo previsto: fusionar más de cincuenta ilustraciones de calidad a todo color estampadas sobre un papel fino que recorren cronológicamente el periplo del artista desde su primera exposición en la galería: La calle de los miaos, en la Cartagena de indias, Colombia, en 1958 (cuando Chenco apenas contaba con diecisiete años), con sus actuales pinturas sobre madera fechadas en el 2017.

Este itinerario retrospectivo viene acompañado por autorizadas interpretaciones contenidas en más de diez ensayos académicos de Críticos de arte tales como Jorge de la Fuente; Carol Damian, Adriana Herrera, o pintores de reconocimiento actual en el sur de la Florida como lo es el Abdón Romero, entre otros. En estos fragmentos de ensayos se explica puntualmente el rico simbolismo de sus cuadros, las características de su expresionismo pictórico, amén de sus pulsiones y miedos cervales que lo llevan a conseguir un creatividad rayana en la genialidad, y es evidente que aportan luces para el desvelamiento de la valoración de una obra de arte, asunto tan controversial en estos años de  oscuridad y contradicción entre lo que realmente caracteriza una pintura como objeto de valor estético.

Para conseguir un ensamble entre los elementos de orden pictórico y reflexivo sobre su obra, con el elemento humano, enmarcado éste en sus rasgos humanísticos y filosóficos, políticos, familiares y religiosos; ideológicos— comprometidos con la realidad de su tiempo— fue decisiva la estrecha colaboración de Patricia Franco-Gómez, pintora y esposa de Chenco Gómez, quien fungió como baquiana para poder penetrar las fronteras existenciales del artista, además de ser la diagramadora del libro y autora de las hermosas fotografías que enaltecen los textos.

 La voz «en primera persona» del pintor entremezclan y cohesionan gracias a sus ráfagas de iluminación y su coloquialismo caribeño; al sibaritismo embriagador de su temperamento dionisiaco y su humorismo desbocado, con la voz narrativa, apolínea pero conmovida del relator en busca de la transcripción precisa del psiquismo del pintor. A este punto, la aplicación de ciertas técnicas literarias consolidan la estructura interna del mensaje que no es otro que el de captar el alma plena del pintor, desgajando hoja a hoja el cuerpo de la cebolla hasta llegar al esplendor de su desnudez.

Me apoyé para asegurarme del vigor del género biográfico con las precisiones conceptuales  de autores expertos en el tema como François Dosse quien en El arte de la biografía (México: Universidad Iberoamericana, 2007. 459 páginas), indaga por la naturaleza de dicho género defendiendo su carácter inclasificable, fronterizo entre disciplinas organizadas, epistemológicamente indefinido:

 …por su hibridismo entre la dimensión histórica y la literaria lo ha hecho capaz de producir un campo de tensión de máxima creatividad entre las ciencias sociales actuales. Género transversal e incestuoso, producto de la promiscuidad entre lo fáctico e imaginativo, la biografía se habría convertido en una práctica científica que se vale al mismo tiempo del rigor metodológico, técnico, hermenéutico y teórico de los historiadores, y de la creatividad literaria e intuitiva de los novelistas.

Asegura François Dosse que:

 …por su naturaleza hibrida, fáctica y ficticia a la vez, la biografía se redescubre hoy como un espacio privilegiado para la experimentación de las ciencias sociales. Con lo que desafía al mismo tiempo las corrientes que defienden enfoques cientificistas que involucran explicaciones monocausales, deterministas, y las que se hallan enredadas en rocambolescos discursos posmodernos, estetizantes, de extremo relativismo. La biografía se presenta como un género preocupado por la veracidad histórica y sensible al uso de la imaginación, como medio para acceder a la realidad…

Por ahora solo me resta esperar que el intento de acercamiento intelectual, visceral y estético entre «pintor-obra y espectador», permita a este último acoplar su mirada y visión de mundo con el de un artista que ha resteado su vida para signar— pincel en mano—lo que considera una excusa formidable para no morir de desasosiego ante un tiempo colectivo de minusvalía existencial.

 

 

 

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