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El emisario o La lección de los animales

Vine al mundo a hacer observación participante. Comienza así la novela de Alejandro Vázquez Ortiz (México, 1984), en medio del huracán Alex a finales de los años 80 en Monterrey. Pero el fenómeno solo es parte de la escenografía, los personajes avanzan en medio de la lluvia y el viento y los truenos al igual que la trama. Toda una ciudad ausente, atenta a las noticias de emergencia, dormida, sin darse cuenta de ese otro fenómeno, uno social y acaso más violento que está por inundarnos.

Desde el inicio de su vida, el personaje principal sabe que no es el elegido, por llamarle de alguna forma a esa sensación contagiada por los héroes de las historietas o los libros de superación personal. A diferencia de su hermano, a él tuvieron que hacerlo nacer por cesárea.

Gemelo de un narcotraficante cuyo apodo y sello proviene de sus botas de piel de coralillo (y esto proviene (¿qué de nuestra adultez no?) de una vivencia infantil) cuya mayor destreza consiste en su afición por las flores, los arreglos florales, la pulida técnica con que los elabora. Siendo sus coronas fúnebres las más solicitadas por los narcotraficantes, pronto El Coralillo comenzó a  tener “encargos” de mensajería entre sus flores que viajaban por el país. Él sólo era un emisario, no estaba completamente dentro de las organizaciones criminales, pero sabía moverse, sabía quién era quién, ahí empieza lo malo, después de todo: ¿Qué tan dentro es no estar completamente adentro del crimen? ¿Será que la conciencia es selectiva? ¿En verdad tenemos conciencia o darnos golpes de pecho de vez en vez será parte de nuestro instinto de supervivencia? ¿Cuál es la lección de los animales?

El Coralillo es asesinado en un último encargo, su hermano gemelo, el narrador,  iba con él pero escapó y decide hacerse pasar por el Coralillo para un último encargo. Ahí empieza lo peor. Imagínense, un individuo que siempre ha vivido a la sombra de su hermano, indiferente e ignorado, de repente tiene el arrojo de vestirse como él, hablar como él, pero no es él. Si un protestante piensa a menudo en “¿qué haría Jesús?” a modo de buscar tomar la mejor decisión ante una disyuntiva, él hace lo mismo, encomendarse a lo único que podría salvarlo: no ser él sino su hermano. El que sí nació queriendo. Al que no tuvieron que ayudar a nacer.

En algún punto cercano al final, el huracán metafórico del que les mencioné al inicio se personifica. Si la literatura es metáfora de la vida, en esta novela no puede ser más certera esa consigna. En medio de todo, Alejandro Vázquez Ortiz consigue una historia tan precisa, con personajes tan originales como sus estereotipos le permiten e incluso un poco más allá. No me sorprendería verla en alguna pantalla como serie o película. Lo que sí, es que el lenguaje, como con otros libros tan bien hechos, nos haría repetir lo de siempre “me gustó más el libro”.

He de confesar que el final no me lo esperaba, siempre, o la mayoría de las veces, adivino los finales de las historias que leo y veo, pero esta novela no me dio pista alguna. Este es un libro que se sale de la literatura del narco, tan famosa en estos tiempos en estos rumbos, y apuesta por un personaje lector y amante de los libros que decide inmiscuirse en esa historia que es la vida de su hermano, esa novela criminal llamada El Coralillo. Esta novela nos atrapa por su lenguaje, su narración y sobre todo, porque ¿qué es un lector sino un observador participante o un observador que vive a través de lo que lee?

El emisario o La lección de los animales. Editorial Caballo de Troya. 2017

 

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