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Dancing Arabs: los niños de la guerra

El director Eran Riklis estrenó en el 2014 “Dancing arabs” (aka “A Borrowed Identity”), film que al igual que su galardonada “Los limoneros”, también presenta una historia con el conflicto israelí-palestino de fondo.

Precisamente, Eyad reside en una ciudad palestina-israelí. Su padre ha sido terrorista durante la juventud, y si bien ahora trabaja como agricultor y vive con su familia, todavía es un activista.

Eyad demuestra ser un niño despierto e inteligente, así que sus padres lo envían al colegio más importante del país para hacer de él un chico de provecho. El problema, al principio, es que el instituto es judío y él es árabe.

Eyad tendrá que aprender hebreo y estudiar toda la cultura judía. Eso no le importa en exceso porque conocerá a Naomi, una compañera de clase y se enamorarán a pesar de las luchas internas que tiene cada uno y del conflicto social que les rodea con sus influencias familiares de manera paralelas.

Toda una presión sociológica que tendrán que soportar para conseguir que su amor sea más importante que cualquier guerra.

No sólo la presencia de Naomi le pondrá a prueba sobre sus creencias y sobre todo lo que le han enseñado hasta entonces, porque Yonatan, un chico judío con una enfermedad degenerativa, al que Eyad tiene que cuidar, se hará su amigo y también su confidente.

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La intención de Riklis no es posicionarse en ningún bando a lo largo de la película sino crear una historia real y creíble para el espectador sin detenerse en la evidente desgracia bélica que acarrea de manera inherente muertes, pobreza y desamparo.  Y a la vez, dar protagonismo a la historia del personaje central y las personas que le rodean. La evolución de pensamiento que sufre el protagonista al ser aceptado por la comunidad judía sin ningún tipo de ensañamiento por ser árabe será la parte fundamental del film.

El director ha sabido trenzar de manera verosímil cada una de las circunstancias de los protagonistas, como si de un velo fino de lino se tratara.

Como resultado, nos encontramos ante un largometraje muy recomendable que sin pretender cerrar heridas, nos hace mirar por un agujero pequeño esas pequeñas historias que existen más allá del telediario.

Lo mejor: que el director no se recrea en exceso en el conflicto.

Lo peor: que es inevitable tenerlo presente.

Puntuación: 7 sobre 10

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