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Clásicos del Cine: El valor subjetivo del arte en I’ve Heard the Mermaids Singing de Rozema


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“I do not think that they will sing to me” (T.S. Elliot).

El tema del arte es fundamental en la pieza cinematográfica de Patricia Rozema, I’ve Heard the Mermaids Singing (1988). Bien podría decirse que la obra es una exploración de las posibles miradas al arte y de su relatividad. La directora así lo asevera en una entrevista hecha por Karen Jahene al decir que es, “[a] little reaffirmation of respect for subjectivity and … artistic relativity” (Jahene 22). Ciertamente, la narración parte de la confesión que hace uno de los personajes principales, Polly. De modo que accedemos a la historia desde su punto de vista que, sin duda, se devela ingenuo y torpe. Además, el espectador no sabe el por qué de dicha confesión y no conoce la razón hasta el desenlace de la trama. Quedamos entonces a merced de lo que Polly relata, que, dada su candidez, nos convence de lo fidedigno de su versión.

I’ve Heard the Mermaids Singing es el primer largometraje de Rozema y aunque ésta declara que no buscaba apelar a un público amplio, fue reconocido en el festival fílmico de Cannes con el premio de la juventud en la categoría de filme extranjero en 1988. Se le otorgó el premio canadiense Genie a la mejor actuación del papel protagónico (Polly) y del de reparto (Gabrielle), entre otras siete nominaciones adicionales. Y la cinta es denominada como uno de los primeros filmes feministas en Canadá. La crítica señala que se trata de una de las piezas que inician el cine lésbico o queer canadiense en la década de los ochenta.

Las primeras imágenes del filme se ofrecen a través de una vídeo casero que la propia Polly opera. De inmediato se muestra la sencillez del personaje y su falta de conocimiento para manejar el aparato de grabación. A lo largo de toda la obra, lo que se muestra coincide con lo que Polly narra y, simultáneamente, se intercala con la imagen de la declaración de la protagonista.mermaids1

Ahora bien, durante todo el filme el arte es lo que ocupa el eje central. Se presenta una amasijo de medios artísticos tales como el vídeo, las imágenes del cuerpo humano tanto en esculturas como en fotografías, el arte pictórico, la fotografía, la arquitectura de los edificios de Toronto que vemos durante la toma de fotos que hace Polly. Incluso, la música es parte de las manifestaciones artísticas que son exploradas en el filme. Como por ejemplo cuando el personaje de Polly dirige la banda sonora en su imaginación. También en un plano metafórico se alude a la literatura, en específico al poema de T.S. Elliot, “The Love Song of J. Alfred Prufrock” (1915). Rozema titula la cinta según el siguiente verso de este poema: “I have heard the mermaids singing, each to each” (Elliot). Hay varios niveles de interpretación, se trata de una creación artística sobre creaciones artísticas. El espectador está sujeto a determinar entonces los posibles significados de la obra.

Al utilizar el conocido poema, Rozema propone que Prufrock comparte los sentimientos de Polly. De acuerdo a Roger Ebert también se trata de los de Gabrielle, la curadora para la que Polly trabaja y la razón por la cual graba la confesión en el vídeo casero. Ebert indica que, “the narrator of the poem is more like Gabrielle than Polly. More like the Curator, who has measured out her life in coffee spoons, who has seen the moment of her greatness flicker, who lacks the strength to force the moment to its crisis, who grows old” (Ebert). Aún así, la directora declara que la relación con Prufrock es con Polly, pues, es quien reconoce que hay una fuerza mayor que ella, que aunque pueda sentirla o ‘escucharla’ (como a las sirenas), no siente que logre ser parte de ésta.

La narrativa de Rozema yuxtapone varias creaciones artísticas para destacar/cuestionar qué es la belleza en el arte o, lo que es lo mismo, de qué se trata ese ‘cantar de las sirenas’. De ahí que la directora canadiense afirme que para Polly, al igual que para Prufrock –el personaje del poema de Elliot- “there is something out there beautiful beyond belief and ethereal, and [she] will never be able to capture it or recreate it”. Es decir, se apela a “to recognize beauty but never create it” (Jaehne 22). Polly no solo reconoce la belleza del arte sino que también la crea en su fotografía (aunque ésta no está convencida de su talento). No así Gabrielle, la curadora, quien declara precisamente la impotencia que siente ante su falta de capacidad para pintar, para crear. Por esta razón la pieza propone distintitos acercamientos al arte, en particular, la mirada ingenua de Polly, el conocimiento intelectual de Gabrielle y el artístico de Mary (la pareja de Gabrielle).

ive-heard-the-mermaids-singingAún más, para Polly, advierte Rozema, “the actual object of creation means to her as a manifestation of an internal universe” (Jaehne 22). Es el mundo interno de Polly el que el público observa a través de la cinta de vídeo y de las imágenes que proyectan su relato. La ingenuidad de este personaje y su falta de conocimiento crítico y teórico hacen de sus fotografías (o incluso del vídeo), creaciones que expresan ese mundo interno del artista y sus emociones. De ahí que la obra de Rozema proponga que las piezas de arte no deben ser exclusivamente un producto intelectual: “[Polly] desires are not intellectualized” (Jaehne 22). De hecho, esto recuerda la forma en la que el arte fotográfico fue cambiando a finales del siglo XX, “The relationship between form and content of traditional art hardly seems to exist, although it is there if one looks hard enough. This new form challenges our preconceptions not only about art but also about the world around us” (Janson 941).

Otra de las intenciones de la directora es hacer un alegato contra la autoridad, en este caso, en el mundo del arte. Por eso la pieza recalca distintas miradas valorativas frente a las creaciones artísticas. Un claro ejemplo es el juicio que pasa Gabrielle sobre las fotos de Polly (sin saber que son de la autoría de su secretaria) frente al punto de vista de Mary cuando tiene la oportunidad de ver las mismas. La curadora se siente con la autoridad para declarar que el trabajo fotográfico de Polly no sirve. Sin embargo, como espectadores tenemos la libertad de también ejercer un juicio acerca de las fotos. Incluso nos preguntamos acerca de la autoridad o poder que tiene Gabrielle para rechazar este trabajo creativo.

Sucede de forma parecida cuando Gabrielle conversa con un crítico de arte en la galería. Ambas opiniones quedan sujetas, según éstos, a la ‘autoridad’ impuesta por el arte en Nueva York frente al canadiense. Sobre esto, Mary Alemany-Galway afirma que, “In a way the film is about artists’, especially Canadian artists’, right to freely follow their own vision, as opposed to that imposed by the art establishment, which in Canada is highly influenced by the trends in America” (147). Ciertamente, es la relatividad del valor de un producto creativo y de su calidad lo que devela este filme. La pregunta que se establece es: ¿quién y qué define una buena obra de arte?

Cuando Polly termina la declaración de los hechos, el espectador piensa que la pieza finaliza, pues los créditos comienzan a aparecer en la pantalla. No obstante las letras se intercalan con la llegada de la curadora y de su pareja al apartamento de Polly. Lo que el público ve ahora, por primera vez, no es parte de la confesión del personaje, narrada en el pasado, sino los sucesos en el presente. La subjetividad de los hechos ya no está en voz del personaje sino bajo el criterio del espectador.

Habría que recordar que a lo largo de la cinta, además de presentarse la versión de Polly, también se muestran momentos que son producto de su imaginación y que como espectadores podemos reconocer y separar fácilmente de los eventos relatados. Aunque cuando Gabrielle y Mary descubren que es Polly quien envió las fotografías a la galería, ambas desean ver más de su trabajo; por lo que Polly abre la puerta de su cuarto de revelado fotográfico. Para la sorpresa del público, los tres personajes se adentran a un boscaje que aunque puede interpretarse como otro producto de la imaginación de Polly, la duda que surge es, ¿cómo esto es posible si como espectadores estamos observando la escena a través del vídeo casero y no a partir de la versión de Polly? Al dar cierre el filme, la parcialidad ante la creación artística, y de Rozema como directora, no está en manos de los personajes, sino de nosotros. Seremos nosotros quienes estipulemos de qué trata la pieza, qué nos dice el final y ulteriormente quién determina el valor de esta obra arte.

Trabajos citados:

Alemany-Galway, Mary. A Postmodern Cinema: The Voice of the Other in Canadian Film. Maryland: Scarecrow press, 2002.
Ebert, Roger. “I’ve Heard the Mermaids Singing (1988). Movie Reviews”. Ebert Digital: www.rogerebert.com, 2015. Tomado el 7 de julio de 2015 de:
< http://www.rogerebert.com/reviews/ive-heard-the-mermaids-singing-1988>.
Elliot, T.S. “The Love Song of J. Alfred Prufrock”. Junio de 1915. www.poetryfoundation.org. Tomado el 8 de julio de 2015 de: <http://www.poetryfoundation.org/poetrymagazine/poem/173476#poem>.
Jahene, Karen and Patricia Rozema. “I’ve Heard the Mermaids Singing: An Interview with Patricia Rozema”. Cinéaste 16.3 (1988): 22-3.
Janson, H.W. y Anthony. History of Art. The Western Tradition. Revised 6th Edition. New Jersey: Prentice Hall, 2004. 941.

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