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Cayo hueso

No conozco Cuba. He intentado viajar pero en ningún caso he podido entrar. He visto el alto malecón en las películas de Win Wenders y Gutiérrez Alea y he leído las calles de La Habana en las novelas evocativas de Cabrera Infante.

Tengo en mi memoria las vistas del amanecer en el trópico como un fenómeno intacto y crepuscular. Mis recuerdos falsos de La Habana están hechos de la materia de los sueños, como dijo el inglés.

Ahora estoy en el extremo sur de EEUU. Piso la blanca arena caliente de Cayo hueso, el último punto de la costa sur de Florida. Aquí vivió diez años Hemingway. El escritor tuvo una casa de ladrillos y de puertas con arcos. Aquí transcurre su novela Tener y no tener.

Harry Morgan es un hombre duro, el “capitán” de una lancha. Harry es obligado a trasladar a unos cubanos desde Cayo Hueso. Él sabe que ese trabajo implicará un riesgo de muerte. Pero como no tiene dinero ni escrúpulos lo acepta. Harry no tiene una ideología. Es un cínico.

Harry dispone la lancha. Le pide a un ayudante que la acondicione. Mientras esperan, Harry ve que en la calle del banco se estaciona un taxi con unos cubanos que golpean al chofer. Los cubanos obligan a que se quite la ropa. Y luego uno de ellos sube a la lancha y apunta a Harry con un rifle. Le piden que arranque. El ayudante se resiste y lo matan.

Los cubanos y Harry parten.

Durante el viaje Harry conversa con los cubanos. Uno de ellos le cuenta que siguen la causa revolucionaria y que por eso han robado el banco. Dicen que el dinero es para defender a los pobres.

Harry los enfrenta y los mata. Uno de ellos, dispara e hiere a Harry.

La novela de Hemingway tiene un desarrollo irregular y una trama fallida. Los personajes son caricaturas de sí mismos y los narradores están mal calibrados. Howard Hawks le dijo a Hemingway, con razón, que la novela era mala pero que quería hacer una película con ese engendro. Hawks contrató a William Faulkner como guionista y rodó con Humphrey Bogart y Lauren Bacall una cinta que imita, en cierto modo, la trama de la exitosa “Casablanca”. La película no solo mejora la fallida novela de Hemingway sino que inicia la feliz carrera de  la pareja Bogart-Bacall en la historia del cine. La operación de Hawks con la novela es algo así como la aplicación de la teoría de las especias al arte. Debemos a una mala novela de Hemingway la felicidad de ver a Bogart-Bacall en el cine.

En Cayo hueso perduran los fantasmas de Hemingway, Bacall y Bogart. En esta isla sureña se huele el olor a luchas intestinas y huidas políticas. En el crepúsculo aún se puede ver, como un fantasma negro, la silueta de una lancha improvisada que fue capturada en la costa. Era un auto-lancha verde que llevaba cuatro ocupantes cubanos. La lancha, acaso como la de Harry Morgan, circulaba a doce kilómetros por hora. Los ilusos viajeros huían del látigo de Fidel Castro. Pero fueron atrapados y devueltos a Cuba.

Veo el agua tumultuosa y veo la lancha de Harry Morgan y veo el auto-lancha cubano que fracasa en la huida.

Los cuatro cubanos disidentes querían escapar para siempre de La Habana. Yo he luchado en vano para entrar. ¿Cuantos años voy a esperar para aterrizar en Cuba?

Desde aquí, desde la arena blanca de Cayo hueso, puedo ver las luces titilantes de La Habana. Las luces son sólo un atisbo de lo que cantó José Martí, Virgilio Piñeira y Lezama Lima. Las luces son una sombra vaga y vana.

El reflejo de las luces en el agua negra es lo único que tengo de la isla cubana. Es mi  última imagen de La Habana.

La Habana es mi Ítaca.

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